España – Democracia

España – Democracia

En España, para los que ahora encaramos la jubilación, es duro tener que asumir el grave fracaso de nuestra generación desde el punto de vista económico. Siempre habíamos asumido que, de manera análoga a la secuencia histórica reciente de padres – abuelos – bisabuelos… nuestros hijos disfrutarían de unas mejores expectativas económicas y de calidad de vida que las que heredamos de nuestros antecesores. No obstante la evidente mejora en servicios, infraestructuras, etc. la realidad que se les presenta es bien distinta: nuestros hijos, después de haber recibido una buena formación, se encaran a unas expectativas profesionales decepcionantes. Si hace unos años el calificativo de mileurista era casi un insulto, hoy se ha convertido en un privilegio. ¿Cuántos de la generación de los ‘50 i los ‘60 vemos que, para encontrar un futuro profesional digno, nuestros hijos tienen que emigrar? Con suerte a un destino más o menos próximo, como Inglaterra o Alemania, pero otros a sitios más remotos como Canadá o Australia ¿Como puede haber sucedido algo así?

La respuesta es bien sencilla. A causa de unos gobiernos incompetentes y sin escrúpulos que, en vez de preocuparse por el bienestar y el progreso de los españoles, solo se han ocupado de los chollos económicos de sus amiguetes y la garantía de una buena salida cuando perdiesen sus puestos. Así, hemos visto la proliferación de AVEs con estaciones que usan solo media docena de personas al día, o aeropuertos que jamás han visto un avión. Autopistas sin tráfico. Servicios regulados a quienes se han permitido todas las tropelías. Bancos, medios de comunicación, y grandes empresas rescatados con dinero público sin ninguna explicación ni contrapartida. Fondos de pensiones evaporados  ¿Alguien ha pedido responsabilidades al respecto?

Quien hubiese debido hacerlo, supuestamente independiente, hace la pelota al gobierno de turno condenando a pagar a alguien ¡por fin! pero lo hace a quien hizo justamente lo que había prometido en su programa electoral. ¿Quién nos devolverá a los españoles lo que cuestan estos parásitos? Así, malgastando la riqueza del país e ignorando absolutamente las inversiones necesarias para asegurar su competitividad, se ha hecho imposible crear los puestos de trabajo adecuados para asegurar el futuro digno de nuestros hijos.

¿Alguien imagina el impacto de estas mismas inversiones del AVE, pero dedicadas a modernizar la infraestructura ferroviaria ya existente? Ello hubiese ocupado cientos de PIMEs y creado miles de puestos de trabajo de calidad, repartidos en todo el territorio. El resultado sería prácticamente el mismo en cuanto a tiempos de viaje, ya que hoy en día en una buena red ferroviaria convencional pueden circular trenes a 200 o más km/h (ver si no Alemania, Suiza o Austria), y además hubiésemos conservado la capilaridad y el servicio a muchos núcleos de población, podrían circular mercancías, descongestionar carreteras, y reducir drásticamente las emisiones contaminantes. Eso sí, los amiguetes del palco de determinado estadio de futbol no hubiesen ganado tanto dinero tan fácilmente. ¿Y qué decir, de la plataforma Castor de almacenamiento de gas? ¿El Tribunal de Cuentas no tiene nada que decir al respecto? ¡Vergüenza!

A esta ignominia, se ha venido a sumar la constatación de que, contra todas nuestras esperanzas, España no ha salido del franquismo más puro y duro. Una España en que “legalidad” quiere decir lo que al gobierno le sale de las narices, con una sonrojante complicidad del estamento judicial. Una apelación a una Constitución y a unas leyes que no se duda en interpretar al gusto de quien ostenta el poder. ¿Que la Constitución dice que los Estatutos, para entrar en vigor, deben ser aprobados en referéndum? En el caso de Cataluña, no es necesario porque les sale de sus … a una docena de personas. Las sentencias del Tribunal Constitucional deben ser cumplidas solo si son favorables a una parte. El artículo 155 de la Constitución permite lo que el Consejo de Ministros decida, y el 1 de Octubre no hubo referéndum en Cataluña, sino solo un inaceptable conato de agresión a unos pacíficos cuerpos de seguridad de vacaciones en un crucero de la Warner atracado en el puerto de Barcelona. El problema, según la versión oficial, es que en una zona de España se ha producido una epidemia de demencia colectiva que hay que curar con un buen purgante. Véase la cara de placer y satisfacción de la anterior vicepresidenta del gobierno durante la rueda de prensa en que se anunció la aplicación del artículo 155 en Cataluña… ¡Suerte que era la persona responsable de liderar el dialogo para la resolución del conflicto!

En cualquier régimen realmente democrático hubiésemos visto ya desde hace tiempo un sincero debate intentando explicar cómo puede ser que, en pocos años, la desafección, cuando no hostilidad, de la población catalana hacia el Estado Español -que no hacia España, atención- pudiese haber crecido del quinto a la mitad de los catalanes. A quien manda pero no gobierna le es más fácil, no obstante, atribuirlo a la abducción de algunos políticos o partidos (los catalanes son tontos y se dejan manipular), o a un canal de televisión (con un 16% de “share”, únicamente!), o al perverso efecto de una escuela manipuladora y adoctrinadora (por esto no se ve nadie de más de 40 años en las manifestaciones… ). Desde el siglo XVI en que poco a poco se impuso el método experimental como única fuente válida de explicación de la realidad, es difícil encontrar mayores despropósitos en el análisis de cualquier fenómeno.

En Cataluña, a fecha de hoy, la gente mayor sufre pesadillas recordando lo que vivieron en su juventud ¿Es que no ha pasado nada desde entonces? ¿No dicen que hubo una transición? Los mismos que tanto alababan la visión de los que la condujeron, ahora se cargan el principal de sus puntales, que fue precisamente el reconocimiento que había que reconducir el encaje de Cataluña y Euskadi, fundamentalmente. Es difícil entender tanta irresponsabilidad, a no ser que sea cierto aquello de que el pegamento de España es el anticatalanismo: A por ellos, oeee!

A fecha de hoy es difícil predecir como acabara este conflicto. A su vez, Europa, que muchos contemplaron como garantía de unos mínimos democráticos, se revela como un simple club de Estados, atentos únicamente a los intereses del momento de sus dirigentes. Pero, en cualquier caso, una cosa ha quedado clara: no obstante los esfuerzos y las esperanzas de millones de españoles, en el siglo XXI, al igual que en los siglos anteriores, España y Democracia siguen siendo un oxímoron.

Este profundo déficit democrático es además causa y efecto de los problemas económicos que se han comentado al principio. Gran parte de las tropelías que están arruinando España no se hubiesen podido producir en un entorno realmente democrático, de mayor transparencia, con unos medios de comunicación realmente independientes y no condicionados por los favores desde el poder.  O con una justicia que aportase autentica seguridad jurídica a partir de lo que dicen los textos legales –sujeto, verbo, predicado- y no a partir de interpretaciones sui-generis según las cuales algo que no está en el código legal te puede llevar a prisión, o que decide nulidad o no de contratos de compra-venta, valora expropiaciones, dictamina porcentajes de uso de lenguas en la enseñanza, da órdenes a Parlamentos (separación de poderes?), o procesa fulminantemente maestros por tratar en clase lo que ha aparecido en la TV el día anterior, como si no tuviese millones de casos –algunos graves- pendientes de resolver.

Por desgracia, el líder de Podemos, Pablo  Iglesias, no tenia razón cuando afirmó que  los soberanistas habían contribuido a despertar el fantasma del fascismo. Se hace evidente que este ha estado latente y controlando los mecanismos de poder desde tiempos inmemoriales, de manera que déficit democrático y expolio de lo público se realimentaban mutuamente.  Lo que ha hecho el soberanismo es romper el espejismo de que en España habíamos conseguido una sociedad abierta y democrática, homologable a nuestro entorno. La posible pérdida de privilegios derivada de una hipotética secesión catalana ha sido simplemente el detonante que ha puesto esta realidad al desnudo. Mientras las cosas se podían controlar desde el BOE, no era necesario dar la cara públicamente. En el momento que varios millones de ciudadanos se empeñan en poner un papelito en un Tupperware después que los siervos del BOE hayan afirmado solemnemente que ni habrá urnas ni papeletas, es cuando el montaje se hace evidente y hay que sacar los tanques a la calle. Afortunadamente, dado que nuestra pertenencia a la unión europea hace necesario guardar las formas, los tanques se convierten en antidisturbios repartiendo leña y jueces procesando no-delitos y no-violencia.

El franquismo lo pagaron nuestros padres, y en particular los millones de españoles que tuvieron que emigrar para poder sobrevivir. Los déficits democráticos del estado actual lo pagan y pagaran no solo unos cuantos líderes catalanes, sino todos nuestros hijos, los pensionistas, y a la postre, todos los españoles, tanto o más que los catalanes. Qué ironía que aún no se den cuenta de lo que les traerá, aquello que ahora jalean!

¡Que triste! ¡Que vergüenza!

A quien desee una posible explicación a esta maldición que parece sufrir España eternamente recomendamos este magnifico articulo de Pedro Vallin en La Vanguardia.